El ego es una parte fundamental de nuestra naturaleza, presente desde que nacemos, nos formamos como universitarios y hasta el final de nuestros días. Aunque algunas personas lo manifiestan más que otras, su desarrollo está estrechamente ligado a las experiencias de vida de cada individuo.
Empecemos por identificar las señales que nos permiten reconocer a quienes poseen un ego más pronunciado:
- Necesidad de atención: Quienes buscan constantemente ser el centro de atención y el reconocimiento social, a menudo sienten la necesidad de exhibir sus conocimientos o de ofrecer opiniones no solicitadas.
- Identificación con lo externo: Aquellos que se identifican en exceso con su cuerpo, intelecto o profesión. Un ejemplo común son los académicos cuyo sentido de superioridad se basa en su nivel educativo o estatus profesional.
- Imposición de opiniones: Las personas que tienden a discutir para imponer su punto de vista, especialmente en temas políticos, religiosos o morales, muestran un ego dominante.
- Dificultad para reconocer errores: Algunos individuos, al no aceptar sus fallos ni pedir disculpas, generan conflictos no resueltos en sus relaciones personales, laborales y sociales.
- Sensibilidad excesiva: Quienes se resienten fácilmente suelen reaccionar de manera constante con quejas y descontento.
Detrás de estas actitudes se esconde, en muchas ocasiones, una baja autoestima y una acumulación de inseguridades y miedos derivados de traumas pasados. El ego actúa como un mecanismo de defensa, distorsionando la personalidad de quien lo padece. Revisa el post estrés y ansiedad en el entorno universitario.
Cómo trabajar el ego y cómo gestionarlo
Gestionar el ego no implica eliminarlo, sino ser conscientes de su influencia y reducir su impacto negativo en nuestra vida. Algunas pautas para lograrlo incluyen:
– Aceptar que no siempre tenemos la razón: Cada persona tiene una visión única de la vida, y aprender a aceptar a los demás nos ayuda a entender esto.
– Identificarnos con nuestro ser interior: Nuestro valor como seres humanos radica en nuestra esencia, no en lo que hacemos o logramos.
– Cuestionar nuestras creencias de superioridad: Nadie es mejor ni peor que los demás, simplemente somos diferentes.
– Buscar nuestra propia aprobación: La necesidad excesiva de aprobación externa puede estar vinculada a heridas emocionales de la infancia.
– Practicar la introspección: Meditar y reflexionar nos conecta con nuestro verdadero ser.
– Solicitar ayuda profesional: En ocasiones, el ego se desarrolla como una capa de protección ante heridas no resueltas, y contar con apoyo terapéutico puede ser clave.
La función del ego
El ego es una representación de nuestro «yo», moldeado por nuestras experiencias, miedos y sufrimientos. A través de él, intentamos protegernos de aquellos aspectos que nos han causado dolor o angustia. Sin embargo, el ego, al manifestarse como una defensa constante, puede hacernos parecer fuertes y emocionalmente distantes, cuando en realidad oculta una vulnerabilidad no trabajada.
Cómo el ego afecta nuestras vidas
Cuando permitimos que el ego domine nuestra conducta, caemos en patrones destructivos: el rencor, la vanidad y la competencia por ser mejores que los demás. Nos alejamos de nuestra verdadera esencia y actuamos de manera automática, lo que a menudo nos conduce al sufrimiento. El ego se alimenta de la infelicidad, haciéndonos sentir culpables por reconocer nuestras necesidades o por entregarnos al amor. Además, nos convierte en jueces severos y, en ocasiones, injustos con nosotros mismos.
Uno de los mayores peligros del ego es el victimismo. A través de este rol, culpamos a factores externos por nuestro malestar, evitando asumir la responsabilidad de nuestras acciones y quedándonos atrapados en el sufrimiento.
Reducir la influencia del ego
Ser conscientes de cuándo el ego está tomando el control de nuestros pensamientos y actos nos permite decidir la actitud que queremos adoptar. Al dominar nuestro ego, nos liberamos de actitudes que nos generan sufrimiento, como la necesidad de tener siempre la razón o de sentirnos superiores a los demás.
Según el psicólogo Michael Washburn, es fundamental observar nuestro ego desde una perspectiva externa, para no dejarnos absorber por él. Un ego trascendido es aquel que deja de mirarse a sí mismo y pone sus energías al servicio de los demás, contribuyendo no solo a nuestro bienestar, sino también al de la sociedad.
Podemos concluir que para saber: qué es el ego y cómo gestionarlo como estudiante
El ego forma parte de nuestra humanidad, pero gestionarlo adecuadamente nos permite vivir de manera más consciente y en paz con nosotros mismos y con los demás. Trabajar en nuestra evolución personal durante la formación académica implica identificar cuándo el ego se apodera de nuestras acciones y aprender a trascenderlo para alcanzar una vida más equilibrada y plena.
Qué es el ego y cómo gestionarlo para una vida más plena, es un post de la residencia universitaria inmaculada de Ciudad Real